pegado a ti, como un clavo a su madero.
Quiero contemplar tus manos
en esta noche oscura de Viernes Santo.
Esas manos que pasaron por el mundo
simplemente haciendo el bien
están ahora fijas a un tablero,
atadas, esclavizadas y oprimidas.Parece que han conseguido robarte
la libertad que transmitías y alentabas.
Han quedado irremediablemente presas
a un trozo de madera,
a la misma madera
que en otro tiempo tú acariciaras.
La madera que moldeabas lentamente,
la madera que conformabas sabiamente,
como el barro del alfarero,
es ahora tu cárcel y tu tortura.
Nosotros somos la madera fresca,
tú, el Carpintero.A lo largo de nuestra vida
nos hemos dejado construir por ti.
Pero a veces también somos
madera seca e ingrata
que se revela contra su Criador.
Tú, sin embargo,
has decidido unir tu destino a esta madera,
a todo tipo de maderas,
valientemente, obstinadamente.
Convierte, Señor, nuestra materia
en madera tierna que espere siempre
tus manos y tu proyecto.
Por una noche,
esta cruz que somos nosotros
consigue descentrarse de sí misma
para salir a tu encuentro,
para sostener al cuerpo inerte,
para enjugar la sangre fría,
para aceptar tu huella en nosotros,
para permanecer cuando tú te vayas,
para adorar tan sólo a su Carpintero.
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